Amaxofobia. La palabra suena rara, pero lo cierto es que es más común de lo que creemos: más de un 28% de los conductores tiene amaxofobia, o lo que es lo mismo, miedo a conducir. Son datos de la Fundación CEA (Club Europeo de Automovilistas). Una patología que estos días está acaparando titulares a raíz de que la actriz Penélope Cruz, cuyo nombre ha estado figurando en la quiniela de candidatas a ser nominadas al Oscar de mejor actriz secundaria, haya confesado que un trauma del pasado le provoca un miedo atroz a sentarse frente al volante.
«A mi hermana la atropelló un coche delante de mí cuando yo tenía 8 años. Recuerdo que llevaba un abrigo rojo. Y para mí el tiempo se detuvo. Es un gran trauma porque la vi perder el conocimiento». (Penélope Cruz)
Afortunadamente Mónica Cruz se repuso y la hemos visto triunfar también en la pequeña y la gran pequeña, sin embargo Penélope sigue arrastrando la conmoción y es incapaz de conducir. Ahora interpreta a Laura Garello, la mujer de Enzo Ferrari en una película que es un biopic sobre el creador de la marca italiana de deportivos.
Un miedo que bloquea
Cuando empezamos a conducir, o si hemos tenido alguna experiencia traumática en el coche, es lógico notar una sensación de inseguridad que mejora con la práctica. Incluso conductores experimentados pueden sentirse incómodos ante la conducción nocturna, con lluvia, en una ciudad desconocida, etc. Sin embargo, cuando se convierte en un miedo que bloquea e impide sentarse al volante del vehículo, hablamos de amaxofobia.
La amaxofobia, como todas las fobias, se manifiesta en la esfera mental y en la física. La persona sufre sentimientos catastrofistas al subir a un vehículo. Además de esa distorsión de la realidad, entra en un estado de alerta en el que dirige de forma excesiva la atención al entorno y se dificulta la concentración en la tarea de conducir, todo ello con el riesgo que implica en una actividad tan seria y demandante de concentración como es la conducción. Desde la esfera física se manifiesta con síntomas como nerviosismo, sudoración, ritmo cardiaco acelerado o rigidez muscular. Además, la persona que sufre esta fobia suele sentirse incomprendida por su entorno, lo que le genera frustración e incrementa la falta de confianza en sus capacidades de conducción.
En este punto, se hace necesario recurrir a profesionales de la psicología. La terapia puede incluir tanto el aprendizaje de técnicas de relajación, focalización de la atención -mindfulness-, respiración y visualización– como el manejo de los pensamientos negativos y catastrofistas. Después, se expone a la persona de manera gradual y en entornos controlados a la conducción.
Esta terapia se puede complementar con un curso de perfeccionamiento de la conducción para incrementar la autoestima y confianza al volante, una práctica habitual en la Autoescuela Blay.